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domingo, 1 de mayo de 2016

Bendecidos por Cristo

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo,” (Efesios 1:3)

Todos los que siguen a Jesús están bendecidos con bendiciones espirituales en lugares celestiales, donde Cristo esta.

Cómo podemos disfrutar las bendiciones que Dios promete si no las comprendemos?

-en Cristo  Hemos sido escogidos antes de la fundación del mundo.
-fuimos adoptados “por Jesucristo mismo.
-Fueron perdonados nuestros pecados
--Tenemos que aprender a entrar en el gozo sobrenatural de la salvación
-Tenemos que aprender a pasar del Cristo Crucificado, al cristo Resucitado
-

En Juan 14, Jesús nos dice que es tiempo que conozcamos nuestra posición celestial en él. Él les explica a los discípulos: “…porque yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros.” (Juan 14:19-20). Nosotros estamos viviendo ahora en “ese día” del cual Jesús habla. En resumen, debemos entender nuestra posición celestial en Cristo.

Decimos en estos tiempos: ¡Envíame tu posición! Tomamos el móvil y le enviamos
Nuestra posición a otro. Es el lugar correcto donde estamos.

-El apóstol Pablo nos muestra nuestra posición como creyentes, sentados en lugares celestiales.

Donde esta Cristo?
¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,

Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.


si nosotros estamos en Cristo, entonces realmente estamos sentados con Jesús en la habitación del trono, donde él esta. Eso significa que estamos sentados en la presencia del Todopoderoso. A esto se refiere Pablo cuando dijo que debemos “sentar [nos] en los lugares celestiales con Cristo Jesús,” (Efesios 2:6).

-No es algo que tu tengas que alcanzar por tu esfuerzo. ¡Ya lo estas!

“…y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él.” (14:21).
 “…para que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros,… Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad,” (17:21-23).
La gloria que Cristo nos ha dado no es alguna  emoción. No, sencillamente, la gloria que hemos recibido es acceso sin impedimento al Padre celestial.
Jesús nos facilito el acceso al Padre, abriéndonos la puerta por la Cruz: “porque por medio de él [Cristo] los unos y los otros [nosotros y los que están lejos] tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre.” (Efesios 2:18). La palabra ‘entrada’ o acceso significa el derecho a entrar. Significa entrada libre, como también facilidad de acercamiento: “…en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él.” (3:12).
¿Puedes ver lo que Pablo esta diciendo aquí? Por fe, hemos llegado a un lugar de acceso sin impedimento a Dios. No somos como Ester en el Antiguo Testamento. Ella tenía que esperar nerviosamente, una señal del rey antes que pudiera acercarse al trono. Solo después que él extendiera su cetro tenía Ester aprobación de pasar al frente.
Por contraste, tú y yo ya estamos en la habitación del trono. Y tenemos el derecho y privilegio de hablarle al rey en cualquier momento. Ciertamente, somos invitados a hacer cualquier pedido de él: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, par alcanzar misericordia y hallar gracia par el oportuno socorro.” (Hebreos 4:16).
¿Cuál es esta bendición? Es el privilegio de aceptación: “…con la cual nos hizo aceptos en el Amado, [Cristo]” (Efesios 1:6). La palabra para “acepto” aquí significa sumamente favorecido.
debemos aprender a vernos como Dios nos ve. Eso significa, no enfocarnos solamente en nuestros pecados y debilidades, sino en la victoria que Cristo ganó por nosotros en la Cruz.
La parábola del Hijo Prodigo provee una poderosa ilustración de la aceptación que viene cuando se nos da una posición celestial en Cristo.
Él no tenía paz, porque desconocía su posición. Que triste no tener el gozo del cielo, la paz que sobrepasa entendimiento, porque no sabes si eres aceptado. Como él pródigo, multitud de creyentes que han fallado están convencido, “No soy digno. Dios no puede aceptarme.”