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jueves, 29 de septiembre de 2011

El poder de la música

 

Los sonidos generan en los seres humanos sensaciones que no varían demasiado por diferencias geográficas o etarias. Es por eso que la música se aplica para terapias específicas, para trabajar con personas en conflicto con la sociedad o en tratamientos para niños con capacidades especiales. Video.

Alex, el controvertido personaje de “La naranja mecánica”, acompaña sus estados de violencia y de paz con el “Himno a la alegría” y la “Novena Sinfonía”, de Beethoven, pero también con la melodía de “Cantando bajo la lluvia”. Suena “The End”, de The Doors, y “Las cabalgatas de las Walkirias”, de Wagner, cuando los helicópteros del Noveno batallón de la Primera División de Caballería bombardean un poblado vietnamita, en “Apocalipsis Now”.
Estas famosas imágenes que permanecen en el inconsciente colectivo no están solas, sino acompañadas, necesariamente, por esas melodías, por esos ritmos, algunos de los cuales anuncian la tragedia. Observamos las imágenes y nos suenan las melodías; escuchamos a estas, y evocamos las imágenes.

La música provoca las mismas emociones en todo el mundo, señaló recientemente un estudio del Instituto de Neurología Max Planck (Alemania), que prueba que los miembros de una aislada etnia africana reaccionan a las música igual que los occidentales.
Un grupo de trabajo dirigido por Max Fritz demostró que, incluso, etnias que nunca han tenido contacto con la música occidental, como los mafa de Camerún, reconocen en ella las emociones básicas que expresa. Los mafa, a su vez, producen música que era totalmente desconocida para personas provenientes de la cultura occidental y que participaron en el experimento. El grupo de Fritz realizó dos experimentos de los que sacó sus conclusiones acerca de la capacidad de los seres humanos de reconocer la alegría, la pena o el miedo que se expresa en piezas musicales pertenecientes a una cultura completamente ajena.
En el primero, se tocaron piezas breves para piano -compuestas siguiendo los principios de la música europea- ante un grupo de mafas y otro de control formado por oyentes occidentales. Tras cada una de las piezas los mafas debían relacionarlas con reproducciones de expresiones faciales de las que ya se ha mostrado que tienen una interpretación universal.
“Este primer experimento nos mostró ya que los mafa podían reconocer con éxito las tres emociones expresadas en la música occidental”, explicó Fritz. La música con un ritmo rápido, según Fritz, tiende a ser identificada con la alegría mientras que para la tristeza o el miedo, el ritmo es menos decisivo que la tonalidad.
En el segundo experimento se investigó si las sensaciones agradables o desagradables se transmiten de manera similar a través de la música mafa o de la música occidental. “Ya se sabía que las consonancias en los países occidentales son percibidas como más agradables que las disonancias”, dijo Fritz.
A partir de ello, el grupo de científicos quiso determinar si esto era igual entre los mafa. Y los mafas mostraron también una clara preferencia por las consonancias.